Por una España sin ZP

jueves, marzo 24, 2005

La Calle

Alfonso Ussía
Artículo publicado en La Razón el Domingo 20/03/2005


El “prestige” navegaba a la altura de La Coruña cuando comenzó a agrietarse. Su capitán, con nombre de tenista griego, tardó en reaccionar. El “prestige” no lo mandaba Aznar, que no es marino. Pero la calle se llenó de pegatineros- todos con la misma pegatina- y el gobierno fue masacrado. Pudo no haber estado afortunado el gobierno en algunas de sus decisiones, pero aquello fue un accidente inesperado, y como se demostró posteriormente, inevitable. Todavía recuerdo al actor gallego Luis Tosar, que interpreta siempre el mismo papel en todas las películas, señalando como culpable del desastre del “prestige” al “enano con bigote” momentos después de recibir uno de los terroríficos premios Goya. El Bloque naZionalista Gallego organizó la llamada plataforma “nunca mais”, y Pepino Blanco se adhirió a ella con entusiasmo. Mientras el alcalde de La Coruña, el socialista Francisco Vázquez, daba una lección de ponderación, justicia y medida, muchos de sus compañeros de partido, se echaron a la calle, para reforzar los exabruptos de los pegatineros. Los españoles se volcaron con Galicia, que se llenó de voluntarios y el dinero público –que para eso está- evitó la ruina y la desesperación de los innumerables afectados. Pero la manipulación constante, la tergiversación de los hechos y el coro permanente de los pegatineros, consiguieron su propósito. Que Aznar fuera el culpable de la tragedia. Veo las calles vacías. Nadie se ha unido al drama de los perjudicados por las obras del barrio del Carmelo. Lo han perdido todo. Sus casas y sus bienes. El Gobierno, en compensación, ha aprobado indemnizarles con 6000 euros por familia. Encantadores. Veo las calles vacías, y no ha sido un accidente. Se trata de una operación delictiva y fraudulenta del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad de Cataluña. Se ha construido mal el túnel del Metro, porque se han ahorrado muchos millones de euros en la calidad de los materiales. Mas de mil familias se han quedado sin nada. Y veo las calles vacías. No ha sido un accidente, sino una chorizada descomunal, directamente relacionada con el Partido Socialista de Cataluña en su responsabilidad Municipal y Convergencia y Unión, por parte de la Generalidad. Ni un pegatinero. Ni un grito. Ni una acusación. Telón abajo y corrido velo. Por mil mejillones, todo. Por mil familias, nada. Levísima la crítica de los medios de comunicación afines al gobierno de ZP y al tripartito Catalán. Ha triunfado la consigna. No existe el Carmelo. No pasa nada con el túnel, y a los más de mil afectados, que les den morcilla, o mejor, butifarra catalana. La tragedia de los vecinos del Carmelo, no le importa a nadie. Y el PP, que podía aprovecharse del desastre, educadamente se ha callado. Un silencio políticamente nécio, porque los culpables de la grandísima sinvergoncería son sus adversarios. Me encantaría ver a los pegatineros por las calles de Madrid o Barcelona pidiendo responsabilidades e insultando a los granujas que han dejado en la calle a mil familias modestas. Pero nadie va a movilizarlos. Mil familias obreras que mil berberechos petroleados. Y ZP, tan sonriente.

martes, marzo 22, 2005

HIJOS DE PUTA

Por ALFONSO USSÍA

QUE en España hay mucho hijo de puta es algo que no puede sorprender. La Real Academia Española define al hijo de puta como «mala persona». Se queda corta. Un hijo de puta es mucho peor que una mala persona. Y hay muchos hijos de puta en las concejalías de cultura de un buen número de ayuntamientos. Al menos, de los diecisiete ayuntamientos de localidades cordobesas, coruñesas, castellonenses, granadinas, asturianas, valencianas, murcianas, ilerdenses o barcelonesas que han contratado para sus fiestas a dos grupos presuntamente musicales formados por otros hijos de puta batasunos que responden a los nombres de «Sociedad Alcohólica» y «Su Ta Gar». No puede extrañar que estos canallas canten y animen en las fiestas organizadas por los ayuntamientos de Batasuna en las Vascongadas. Pero sorprende que en municipios del resto de España se dilapide el dinero público financiando a estos forajidos analfabetos. Aquí nada tiene que ver la libertad de expresión. Sí la ética, la estética y la decencia social. En este caso, la amoralidad, la antiestética y la indecencia social.
Cada conjunto de hijos de puta tiene una canción preferida, que oyen con delicia los hijos de puta que los contratan y los hijos de puta que los aclaman. La pieza magistral de los primeros se titula «¡Explota, zerdo!», y la de los segundos «Síndrome del Norte». Se creen transgresores, los muy imbéciles. Lo que está claro es que actúan en el país más libre del mundo, porque en otros se les aplicarían las leyes. Apología del terrorismo y recochineo insoportable del dolor ajeno. También desacato, calumnia e injuria, pero esas bobadas en España no constituyen delito. Aquí se le llama «terrorista» al Rey o al presidente del Gobierno, y lo hace un parlamentario autonómico de la cuerda de Llamazares, y a lo más que llega la Justicia es a regañar un poquito. Lo que escribía al principio. Un alarmante exceso de hijos de puta es lo que tenemos. Y no exportamos ni uno. Nos los quedamos todos para nuestro consumo interior. Así nos va.
«Huele a esclavo de la ley, zipaio siervo del rey, lameculos del poder, carroñero coronel, ¡Explota, zerdo! dejarás de molestar, ¡Explota, zerdo! sucia rata morirás». La segunda creación es aún más sutil. «Siempre que sales de tu casa, tú vas todo acojonao, mirando por todos los laos, ese bulto en el sobaco es poco disimulao. Al llegar hasta el cotxe dejas las llaves caer, no se ke haya un bulto raro, y ke te haga volar como a Carrero, como a Carrero, ay qué jodío es ser madero, en un lugar donde me consideran extranjero, porrompompero».
Buena rima, buena gramática, buen mensaje y artística superación. Eso es lo que han interpretado los responsables municipales de los ayuntamientos contratantes. En más de uno, muy probablemente, haya sido ocupada en su cementerio alguna tumba con antelación. No sé, algún civil, algún militar, algún niño, algún «zerdo» que


murió como una rata gracias a los amigos y protectores de estos insignes músicos. Resultaría interesante conocer qué ayuntamientos, qué organizaciones, qué centros culturales, qué asociaciones de vecinos, han contratado a estas pandillas de miserables. Y si mantienen los contratos en vigor, cuáles son los nombres de los hijos de puta correspondientes. Nos podemos llevar más de una sorpresa.
Insisto. En la mugre social, sin hacer renuncia de su condición de hijos de puta, hay otros grados de hijoputez que superan al de los idiotas que cantan y componen esas birrias intolerables. Y vuelvo al primer paso. Esos alcaldes que contratan o permiten, esos concejales que pagan y ovacionan, esos ciudadanos que acuden, bailan, tararean y ríen. Esos son los hijos de la gran puta en su grado de máxima excelencia. Todos esos.

Articulo de José María Carrascal en La Razón, domingo 20/03/2005

ZP y la Guerra Civil.

Durante muchos años he creído que quienes más interesados estaban en mantener el recuerdo de Guerra Civil, quienes no querían que se olvidase eran los vencedores de la misma, los franquistas, las derechas. Hoy me doy cuenta de que estaba completamente equivocado. Quienes más interesados están en mantener viva la Guerra Civil, en no olvidarla, son los perdedores, los republicanos, la izquierda. Ahí los tienen, un día tras otro, desenterrando muertos, retirando estatuas, haciendo homenajes, cuando de quienes la conocieron quedan ya muy pocos; participantes, menos; protagonistas, contados con los dedos de una mano. Pero el hecho es irrefutable e incluso puede fijarse con exactitud cuando empezó este fúnebre recordatorio: en el momento en que José Luis Rodríguez Zapatero se puso al frente del PSOE. Antes, los socialistas, como los demás partidos políticos, incluido el PSOE de Felipe González, estaban sólo interesados en superar este tristísimo episodio de nuestra historia. Sin olvidarlo, pero que fuese pasado. José Luis Rodríguez Zapatero parece, en cambio, empeñado en que sea presente. ¿Masoquismo? ¿Táctica?

Tras darle muchas vueltas, he llegado a la conclusión de que hay dos razones para ello. La primera es la obsesión de un sector de la izquierda, pienso que minoritario, pero poderoso, de dar la vuelta al resultado de la vuelta civil, de librarla de nuevo, aunque sea virtualmente. Y ganarla esta vez. En otras palabras, no han aceptado todavía aquella derrota y piensan en el desquite. La segunda, que así logran una enorme ventaja táctica en la política actual. Si ellos eran quienes tenían la superioridad moral en aquella guerra y el PP, el sucesor del franquismo, como su propaganda se encarga de machacar, todos los errores políticos que pueda cometer hoy el PSOE se olvidan y todos los éxitos del PP se ignoran, haciendo vanos sus intentos de recuperar el poder. La jugada es, pues, políticamente perfecta.

Pero peligrosa. Quien desentierra a los fantasmas de una guerra, puede encontrarse devorado por ellos. Y con él, todos. No estoy insinuando que los españoles nos liemos de nuevo a tiros. Pero que nuestra atmósfera se deteriora a ojos vista resulta innegable, con el consiguiente gasto de energías, hombres y prestigio. No son las batallas del pasado las que tenemos que librar los españoles, sino las del futuro: la productividad, el encaje en Europa, el problema de la inmigración, de la educación, de la sanidad, de la vivienda, de la natalidad, de los nacionalismos, entre otras. Aparte de que es materialmente inútil querer dar la vuelta al resultado de una guerra. Si don José luis Rodríguez Zapatero se empeña en ellos, puede encontrarse con la desagradable sorpresa de que lo único que puede hacer es librar otra. Y hasta ahí no creo que le siga ni su propio partido. Creo, vamos.

lunes, marzo 21, 2005

Artículo de LD 12.03.2004

12-III-2004
Fue ETA, pero si hubiera sido Al Qaeda, ¿qué?
EDITORIAL


La horrible masacre que padeció Madrid ayer quedará grabada para siempre en la memoria de todos los españoles. Porque, a pesar de ser, después de Israel, el país más castigado por la lacra del terrorismo, España, los españoles, jamás habíamos tenido que enfrentarnos a tanto horror concentrado en un solo día. Si todos los españoles de bien lloramos cuando vimos desmoronarse las Torres Gemelas, hoy tenemos el alma rota. Porque se trata de compatriotas nuestros, en algunos casos de parientes, amigos, vecinos o compañeros de trabajo. Se trata, también, de ciudadanos de otros países que eligieron España para vivir y para trabajar con nosotros, que buscaban más libertad y mejores oportunidades para ellos y para sus familias, y que nos ayudaban a consolidar nuestra prosperidad y nuestro bienestar. Pero, por desgracia, no escasean quienes, con cadáveres aún pendientes de identificar y con heridos que se debaten entre la vida y la muerte, pretenden encaramarse sobre las víctimas de la tragedia para otear posibilidades políticas en función de quiénes sean los autores de la atrocidad. No faltan quienes desean arrimar el ascua del dolor, la tristeza y la rabia de los españoles a las putrefactas sardinas de su incorregible sectarismo.

Todos los españoles deseamos saber con absoluta certeza quiénes hicieron volar esos trenes repletos de ciudadanos pacíficos e indefensos que iban a estudiar o a ganarse el pan. Pero mientras no se demuestre lo contrario, todos los españoles decentes, todos los españoles que tenemos memoria, sólo podemos señalar a un sospechoso: a la ETA. Porque fue Belén González Peñalba, uno de los interlocutores de la banda durante la tregua-trampa –cuando los españoles y el Gobierno de la Nación, en nuestro deseo de paz, en nuestra ingenuidad y nuestra buena fe, todavía creíamos que “hablando se entiende la gente”– la que dijo que en el momento en que los etarras quisieran negociar pondrían cien cadáveres sobre la mesa. Eran etarras los que intentaron atentar en Baqueira. Fueron etarras los que intentaron volar la Estación de Chamartín. Y eran etarras los que transportaban 500 kilos de explosivos en una furgoneta para perpetrar su particular 11-S cuando fueron detenidos a tiempo en Cuenca.

¿Cambia algo respecto a la ETA, y a quienes negocian protectorados terroristas con los nazis de la boina, la posibilidad de que haya sido Al Qaeda la autora de la masacre? ¿Deberíamos pedir perdón a Otegi y a los contertulios de Carod Rovira en el caso de que los asesinos, en lugar de llevar boina, lleven turbante? ¿Deberíamos pedir perdón a Ben Laden en el caso de que haya sido la ETA? ¿Deberíamos cambiar nuestro marco constitucional y nuestra política antiterrorista si las bombas las colocaron los etarras? ¿Hemos de dar la espalda a nuestros aliados en la lucha contra el terrorismo si las bombas pertenecían a Al Qaeda? ¿Debemos pedir perdón y arrepentirnos por haber ayudado a nuestros aliados a liberar Irak de una atroz tiranía cuya media diaria de asesinatos superaba con creces el número de víctimas que hoy lloramos? ¿Hemos de creer, acaso, que nos habríamos librado del terrorismo islámico si no hubiéramos apoyado a nuestros aliados?



¿Acaso hemos de olvidarnos de que, para los fanáticos del Corán, España es un territorio islámico “usurpado” por los infieles, un territorio que aspiran a “recuperar”? ¿Debemos negociar un protectorado terrorista islámico para toda España, del mismo modo que Carod negoció un protectorado terrorista etarra sólo para Cataluña? ¿Estaríamos dispuestos a traicionar a nuestros aliados y a pagar el precio que ello supondría para nuestra libertad y nuestra dignidad?

Deberían responder a estas preguntas quienes muestran más interés en seguir haciendo campaña para los comicios del domingo que en respetar el luto y honrar la memoria de las víctimas. No hace falta nombrarlos, pues son de sobra conocidos.